¡Preparen el camino del Señor!
Una voz clama en el desierto, en el yermo, en los lugares indómitos. Es hora de prepararse. “Consuela a mi pueblo” con ternura. El Señor viene.
Isaías proclama la promesa de Dios al pueblo. Él mismo está llegando. Se está preparando un camino recto. Los valles se llenarán. Las montañas serán niveladas. La tierra escabrosa se convertirá en una llanura. La gloria del Señor será revelada a todos. El Señor viene con poder y guiará a su rebaño como un pastor. (Is 40:1-5, 9-11)
Este tiempo de preparación para la venida del Señor no es todo dulzura y estabilidad. Ni mucho menos…
Se están llevando a cabo cambios importantes para hacer posible la venida del Señor. Las barreras deben caer. Hay que llenar valles y cañones de todo tipo en los que los incautos puedan caer o perderse. Las distracciones y la agitación del mundo que experimentamos incluso hoy en día son parte del proceso de preparación para que el Señor venga a nuestro mundo.
Es bueno reflexionar sobre las montañas y los cañones a los que nos enfrentamos en nuestra vida cotidiana. ¿Cuáles son? ¿Dónde y cuándo los encontramos? ¿Cómo se interponen en el camino de nuestra vida mientras preparamos para que el Señor entre en nuestros hogares, nuestras escuelas, nuestros lugares de trabajo, nuestras comunidades de fe? ¿Dónde y cuáles son las rocas que bloquean el camino y que hay que apartar? ¿Dónde están los caminos sinuosos que serpentean lentamente y nunca llegan a nuestro destino? ¿Cómo podrían ser más rectos?
Cuando venga el Señor, también llegará la paz. El salmista canta la promesa de paz del Señor. (Sal 85) “La bondad y la verdad se encontrarán; la justicia y la paz se besarán”. La justicia viene con el Señor, mirando desde el cielo y caminando delante de él, preparando el camino para su venida.
Sin embargo, el Señor no irrumpe en nuestras vidas y exige que estemos listos en el más mínimo instante. Él no apresura el proceso de preparación y crecimiento que los humanos necesitamos. Es paciente, espera que todos tengan tiempo de prepararse. San Pedro nos aconseja que nos comportemos con santidad y devoción para el día del Señor que viene. “Esfuércense por ser hallados sin mancha y sin tacha delante de él, en paz”. (2 Pe 3:8-14)
Y entonces, en el momento señalado, la voz del desierto clamará a nosotros. Nosotros también escucharemos la voz que nos llama. Juan el Bautista apareció en el desierto. San Marcos comienza su Evangelio no con la llegada de un bebé, sino con un recordatorio de que el Señor prometió enviar primero un mensajero, clamando para preparar el camino del Señor. (Mc 1,1-8) Ese mensajero era Juan, un profeta que llamaba a la gente al arrepentimiento. Los bautizó en el río, sumergiéndolos en el agua y lavándolos simbólicamente de sus pecados.
Juan nunca afirmó ser el que había de venir. Prometió que vendría otro, uno poderoso. Uno que bautizaría con el Espíritu Santo, el mismo aliento de Dios.
También nosotros escuchamos estas palabras. El hombre más poderoso señalado por el Bautista ha llegado en la historia. ¿Cuándo y cómo entrará en mi vida y en la tuya, con el aliento santo de Dios para avivar nuestros corazones y enviarnos a ayudar a llenar los valles y nivelar las montañas que aún se interponen en el camino de la venida del Señor? ¿Cuándo recibiremos y aceptaremos el llamado a dar paso al Señor? ¿Cómo seremos portadores de paz para nuestro mundo?
¡Preparen el camino del Señor!
Lecturas para el Segundo Domingo de Adviento – Ciclo B
Read More